Una vez más, soy quinceañera...
Hoy hace quince años que llegué a Nueva York. Mi madre me recuerda en un email que ese 19 de noviembre de 1990 hacía un tiempo de perros y que, al igual que hoy, los aviones llevaban retrasos en Barajas por culpa de la niebla. Me dice que no se veía la mano delante.
A veces la vida nos ofrece metáforas novelescas que no por trilladas son menos acertadas. Todo lo que tenía por delante a partir de ese día estaba, ciertamente, envuelto en neblina. Aunque tenía esa certeza adolescente de saberlo todo, la realidad es que sabía más bien poco, de la vida, del futuro, de mí misma. Me veo sentada en ese avión de la difunta PanAm y la imagen me produce ternura. Más inocente que el rabo de una vaca, jamás me hubiera imaginado que estaba tomando una decisión que definiría el resto de mi vida, tanto externa como interna. No me arrepiento, pero sí me produce cierta desazón haber tomado la decisión sin realmente entender las implicaciones.
Quizá sea ése un nudo que no sé deshacer y que me acompañará siempre, atravesado en las entrañas e impidiendo fluidez en mi identidad. Porque desde ese momento, yo no soy una, sino, como mínimo, dos. Dos bloques definidos por dos culturas y dos idiomas, pero también por la ruptura en mi cronología que supuso ese viaje hace quince años. Dos bloques que me hacen extranjera en todas partes, que hacen que la soledad existencial se vea acentuada por la imposibilidad de sentirme entera en presencia de otros, que sólo pueden ver un bloque y nunca los dos a la vez. Dos bloques compuestos de múltiples fragmentos: algunos corresponden a vivencias, a etapas, a luchas reales y otros son fantasmas que no tuvieron oportunidad de materializarse.
Hoy es un día para celebrar quién soy, pero también para reconocer la pérdida de quién pude haber sido. ¿Quién sería yo hoy si no me hubiese lanzado a la aventura? ¿A qué me hubiese dedicado? ¿Estaría casada y con niños, haciendo vida de provincias? ¿Tendría esta pasión por las bitácoras si no me fueran necesarias para conectar con mi yo español? ¿Sería más feliz con un ritmo de vida más tranquilo, menos exigente? ¿O estaría amargada por las limitaciones y el escrutinio de una ciudad pequeña (infierno grande, que dirían los mexicanos)?
Hay veces que pienso que, sin saberlo, renuncié al desarrollo de mi auténtico yo o, al menos, un yo más coherente, menos resquebrajado. Pero la mayor parte del tiempo estoy convencida de que éste, el camino más difícil y solitario, el que emprendí casi inconscientemente, es el que me lleva a un yo más complejo y congruente con mi potencial. Siempre digo que todos los días nacen neoyorquinos en todas partes del mundo, pero aún no lo saben. Supongo que yo fui uno de ellos y sólo mi subconsciente lo sabía.
Siempre digo que todos los días nacen neoyorquinos en todas partes del mundo, pero aún no lo saben.
Un concepto precioso, Pato. Me encanta la idea.
O parisianos, o quien sea...
(por cierto, mi español está sufriendo mucho estes días, perdoname......)
Posted by: erin | 24 November 2005 at 01:56 AM
Vaya, vaya, vaya... no sé por qué, pero me has parecido "la voz de mi futuro" en este post...
Burgalesa, 18 años. A los 16 me lancé "a la aventura" y acepté una beca que me trajo hasta Hong Kong, para estudiar el Bachillerato Internacional con compañeros de otras 80 nacionalidades. Ahora, estoy sumida en mis Uni Apps. Canada, US... who knows where I'll end up. Who knows if I'll ever go back to Spain. Two words, for now. How many more to come?
Cheers ;)
Posted by: Cristina | 10 December 2005 at 02:37 AM
Suerte, Cristina.
Cheers ;)
Posted by: Pato | 10 December 2005 at 08:18 AM